Monjas karatekas

Aunque la idea de que una monja practique karate pueda resultar extraña, más de una vez se ha dado el caso, como así lo han recogido en ocasiones algunos medios de comunicación.

Uno de estos casos es el de las hermanas de la Sagrada Familia de Filadelfia, cuyo orfanato, que se encontraba en una de las zonas más conflictivas de la ciudad, era objeto constante de robos y violaciones. Tanto las monjas como los niños del orfanato vivían bajo la amenaza del vandalismo y la delincuencia. Ante esta situación, las hermanas, reacias a abandonar su labor tras 80 años de servicio a la comunidad, decidieron buscar una solución. De esta forma, como hicieran antiguamente los monjes del monasterio Shaolin, las monjas de este orfanato estadounidense se inclinaron por el estudio de las artes marciales. Así, como se puede observar en el vídeo, sus conocimientos de karate y otras artes marciales, les permitían defenderse ante los delincuentes que amenazaban a su propia seguridad y a la de su orfanato.

Otro caso es el que en 1996 recogía el periódico Los Angles Times, el de las hermanas del convento de St. Anne’s, en la ciudad india de Chennai. Razones similares a las de las hermanas de Filadelfia fueron las que llevaron a este grupo de monjas a aprender karate bajo las instrucciones de Shihan Hussaini. Aunque, si el alto índice de violaciones y violencia machista ya supone una gran amenaza para cualquier mujer que habite en la India, el riesgo que corrían las monjas era todavía mayor, pues, siendo su religión minoritaria en este país, sufrían fuertes represalias por parte de grupos contrarios al cristianismo, que era visto por parte de la población autóctona como una cultura invasora. Tal es así que muchas monjas eran agredidas, violadas e, incluso, asesinadas, y sus iglesias y monasterios objetivo de delincuentes y ladrones.

Según cuenta este grupo de monjas al periódico, no les resultó fácil comenzar las clases de karate, pues su decisión fue muy cuestionada por algunos miembros de la iglesia que consideraban que iba en contra de los principios del cristianismo, pero finalmente consiguieron convencer a sus opositores y reunir a un amplio grupo de monjas dispuestas a iniciarse en las enseñanzas del karate. De esta forma, no sólo consiguieron adquirir una mayor seguridad para protegerse ante las habituales agresiones, sino que, según reconocían, el karate les ayudó también en el desempeño de sus labores diarias, aportándoles autocontrol, disciplina y confianza.